domingo, 24 de agosto de 2014

DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO

Evangelio según San Mateo 16,13-20. 

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?". 
Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas". 
"Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?". 
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". 
Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. 
Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. 
Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo". 
Entonces ordenó severamente a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías. 
-Yo soy cristiano porque he nacido en un país y en una familia católica; si hubiera nacido en un país musulmán sería musulmán. 
Estas y otras cosas me decía hace poco mi asesor de imagen mientras -con admirable maestría- terminaba de arreglarme el pelo igualando las patillas.
Discutir con alguien que está usando la navaja tan cerca de tus orejas es temerario. Callé. Pero hoy, aprovechando que ha venido a Misa y que cuando viene a Misa me escucha con la misma atención que yo le dedico en la barbería, he dado mi opinión al respecto.
Es verdad que el haber nacido en un ambiente católico nos ha facilitado una educación cristiana y que, si hubiéramos nacido en otro ambiente cultural habríamos recibido otra educación. Pero no es verdad que seamos cristianos porque el mundo nos ha hecho así. En nuestros viejos catecismos aprendíamos a responder a la pregunta “¿eres cristiano?” diciendo: “soy cristiano por la gracia de Dios”. No es la educación o el ambiente cristiano lo que nos convierte en cristianos sino Dios mismo que nos capacita para profesar nuestra fe en Jesús como  el Mesías, el Hijo de Dios.
Nuestros padres y catequistas pueden habernos enseñado la doctrina pero solamente el Maestro Interior, el Espíritu Santo, puede llevarnos a profesar la fe.
Lo mismo le digo a otro amigo que no viene a Misa y suele poner como excusa que estudió en un colegio de religiosos y que fue monaguillo y que se aprendió el catecismo y la Misa en latín. Es como si dijera: ¿para qué más Misas si ya me lo sé todo?
La Virgen María no nació en una familia cristiana. Fue educada en las costumbres y tradiciones de Israel. El Espíritu Santo la preparó para aceptar los planes de Dios sobre ella y para convertirse en la primera y mejor discípula de Cristo. Por eso, cuando aquella mujer gritó entre el gentío dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron, Jesús le dijo: mejor dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen. No es la carne y la sangre lo que nos hace discípulos, sino la obediencia de la fe.
Tampoco San Pedro y los demás apóstoles se criaron en familias cristianas. Cuando Jesús, después de preguntarles sobre las opiniones que circulaban acerca de Él, les preguntó y vosotros, ¿quién decís que soy yo? San Pedro hizo su profesión de fe: Tú eres el mesías, el Hijo de Dios vivo. No era algo que hubiera aprendido en la escuela y, así, Jesús le dijo: ¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Estoy leyendo un libro titulado Yo encontré a Cristo en el Corán. Es el testimonio de un Imán convertido al cristianismo. Y es hermoso ver como, después de su conversión, su vida se iluminó con una luz nueva y pudo reconocer que Dios había empezado a trabajar en él desde su niñez preparándolo para su encuentro con Cristo.
Nació en una familia musulmana. Un día visitó con su madre un hospital católico y empezó a hacer preguntas. Los musulmanes veneran a la Virgen María como a la más santa de las mujeres y conservan muchas tradiciones sobre Nuestra Señora. A aquel niño le gustaban esas historias y hacía que su madre se las repitiese. Se despertó en él una gran admiración hacia Santa María. Luego lo enviaron a una escuela árabe y estudió a fondo el Corán, pero el Espíritu Santo seguía inquietando su corazón. Siendo ya Imán tuvo que hacer un viaje para dar unas charlas sobre el Islam. En el autobús viajaba una monja y se atrevió a hacerle algunas preguntas sobre Jesús. La religiosa le dijo que no se consideraba capacitada para aclarar todas sus dudas, pero le dio la dirección de un centro católico donde podrían atenderle. El Imán cambió sus planes, fue a aquel centro y se quedó allí durante cuarenta días estudiando el Evangelio. Salió siendo cristiano de corazón.
He llegado hasta ahí en la lectura pero sé que, cuando habló a su padre de su decisión de bautizarse, la respuesta fue, más o menos así: en ese caso no tengo más remedio que matarte.
Cuando termine de leerlo contaré el final pero ya se ve que no es el haber nacido en una familia o en un ambiente -la carne y la sangre- lo que nos hace cristianos, sino el Espíritu Santo.
Y no son nuestras fuerzas, nuestra cultura o nuestros planes quienes sostienen la Iglesia sino el mismo Dios que convirtió al débil Pedro en Roca Fuerte.
¡Pobre San Pedro! Poco después de que Jesús lo llamase “dichoso” por esa profesión de fe que era manifestación del Espíritu, empezó a hablar otra vez con la pobre sabiduría de la carne y el mismo Jesús, dándole la espalda, dijo: apártate de mí, Satanás.
No, no es la educación lo que nos hace cristianos sino el Espíritu Santo. Por la gracia de Dios empezamos a ser cristianos. Debemos rezar pidiendo como el salmista: no abandones la obra de tus manos. Solamente por la gracia de Dios seguimos siendo cristianos y necesitamos, como San Pablo, admirarnos cada día ante la sabiduría de Dios a Quien solamente se debe dar Gloria Y si un día morimos con los Nombres de Jesús, José y María en los labios y no es simplemente una muestra de buena crianza cristiana sino un acto de fe, también eso será una victoria de Dios es nosotros.
Javier Vicens
Párroco de S. Miguel de Salinas

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