domingo, 9 de agosto de 2015

XIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


Evangelio según San Juan 6,41-51. 
Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: "Yo soy el pan bajado del cielo".
Y decían: "¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: 'Yo he bajado del cielo'?"
Jesús tomó la palabr
a y les dijo: "No murmuren entre ustedes. 
Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí.
Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre.
Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna.
Yo soy el pan de Vida.
Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron.
Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo". 



«¡Levántate, come!, que el camino es superior a tus fuerzas.»
Estas palabras del ángel a Elías se dirigen hoy a cada uno de nosotros. Porque el camino -aunque no estemos tan cansados, tan deprimidos y tan tristes como Elías- también es superior a nuestras fuerzas. Sí: también nosotros necesitamos levantarnos y comer el Pan del Cielo para ponernos en camino hacia el Cielo.
El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protege.
A Elías lo perseguía la reina Jezabel. A nosotros nos persiguen los enemigos del alma: el mundo, el demonio y la carne. La diferencia es que Elías sabía que Jezabel era mala, por eso huía de ella. En cambio nosotros a veces, como el mundo nos trata bien, al diablo no lo vemos y la carne nos pide cosas apetecibles, nos echamos a dormir confiadamente. Y si alguien nos despierta y nos dice que nos levantemos para ir a Misa hasta es posible que nos enfurruñemos un poco pensando que es un aguafiestas. Pero no es un aguafiestas sino un ángel del Señor.
Hermanos: No pongáis triste al Espíritu Santo de Dios con que él os ha marcado para el día de la liberación final. Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda la maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor.
Ya se ve que el camino es superior a nuestras fuerzas. Es posible que algunos digan: “ya hemos desterrado de nosotros la amargura, la ira, los enfados y toda maldad”. Pues felicidades. Si de verdad han desterrado los enfados no se enfadarán cuando el ángel los despierte de nuevo para decirles que aún tienen que caminar siendo buenos, comprensivos, perdonando, imitando a Dios y viviendo en el amor como Cristo, que se entregó por nosotros.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.
En la Eucaristía Jesús se nos da como viático, como Pan para recorrer ese camino que es superior a nuestras fuerzas. Con el salmista bendecimos al Señor cuyo ángel acampa entre nosotros. Y lo que no pudo hacer el salmista -que no conoció a Santa María- podemos hacerlo nosotros diciendo: “Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”.
D. Javier Vicens Hualde
Párroco de S. Miguel de Salinas

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